Sobre la solidaridad

*Esta entrada nace de una propuesta del blog http://senovilla-pensamientos.blogspot.com, que invita a que publiquemos un post sobre la solidaridad. Me pareció una idea interesante, y una manera de ver cómo un asunto o idea puede ser visto desde múltiples perspectivas.

Hace tiempo oí que lo mejor del amor, más allá del bien que recibamos, más allá del placer físico, es la sensación de tener la oportunidad de ver la vida desde los ojos de otro. No como otro, sino desde él mismo. Esa sensación, una vez alcanzada, es increíble. Es alcanzar lo trascendente, es salir de este mundo para entrar en otro, en un universo compartido.

Es curioso pensar cómo, al oír la palabra «solidaridad», a la mayoría de la gente se nos viene a la cabeza un vagabundo, un «sin techo»… No sólo hablo de la imagen, sino de la denominación. Creo que el lenguaje hace mucho mal en este caso. La falta de solidaridad puede identificarse con diversas causas: el rechazo social a los desamparados o la fuerza del pesimismo pueden ser algunas.

Hablo de la fuerza del pesimismo. Me explico: solemos tender a recordar sólo lo malo o lo bueno, sólo los hechos que se salen de la rutina, de lo normal. Pero dentro de este aspecto, damos preferencia a los malos recuerdos frente a los buenos. Es como si bajo el manto de la consciencia nos inclináramos, masoquistamente, por lo malo. Tal vez sea una voluntad secreta de lograr que nuestra vida quede en buen lugar, y por eso la comparamos con cuantas más cosas malas mejor. Pero lo cierto es que a nadie le gusta tener malos recuerdos.

La solidaridad es ponerse en el lugar de otros, sustituir el bien inmediato por el bien tardío, pero más completo y satisfactorio. Es dar por el mero hecho de dar, al igual que amamos por el mero hecho de amar. La solidaridad utópica es aquella basada en el interés en el otro, no en el interés en nosotros a través del otro. De la misma manera, aquel que busca el amor inmediato, aquel que se centra no en la persona sino en el concepto de amor, no conseguirá sino decepcionarse. Sin embargo, otra cuestión sería: ¿en circunstancias desesperadas, merece la pena exigir no sólo el fin de la acción realmente solidaria, sino el fin de la solidaridad interesada? En otras palabras, cuando alguien necesita ayuda, no creo que realmente le importe que el que le ayuda lo hace por interés o desinteresadamente. Es más, todo momento de desesperación implica la aceptación de cualquier solución. Por tanto, si cuanta más ayuda necesita alguien, menos le importará la base moral de nuestros actos, ¿merece la pena ser realmente solidario? ¿Merece la pena no ser interesados, no buscar el «yo te doy a cambio de…»? Así lo creo.

Y lo creo porque me parece que es un deber moral. Lo creo porque somos seres sociales, y por mucho que  haya momentos en los que nos sintamos mejor solos, vivimos acompañados de personas. Y, más aún, más allá del interés material y económico, el dominio de lo humanitario es el tiempo, y ya se conoce que el tiempo todo lo pone en su lugar; ya se conoce que toda la áspera montaña de pequeñas historias, hechos, momentos, vidas… se va erosionando con el paso del tiempo; que el olvido rueda y rueda, y arrastra lo superfluo, y sólo queda lo verdaderamente valioso. Es una ley mundial, es una ley del tiempo, es algo que, aunque nosotros mismos producimos y comprendemos, va hirviendo y borbotea bajo y sobre nosotros, allá donde se encuentre el dominio del tiempo. La solidaridad, al igual que el tiempo, es a la vez invención y sentimiento, inferior y superior a lo humano.

Y la solidaridad aparece en todos los campos: la solidaridad entre humanos, entre grupos, entre buenos y malos… La verdadera solidaridad, sin embargo, redunda no sólo en la relación entre varias personas, sino en todos. Todos vemos lo mismo, nadie conoce a nadie, y sin embargo todos cambiamos la vida de todos sin saberlo. «Cambiar la vida» no quiere decir «cambiarla sensiblemente». Cuanto más común es un bien, más importante es. Pero lo común entra en el reino del largo plazo.

Por ello, creo que la principal solución para ser más solidarios es pensar en dos aspectos: ser conscientes de que sólo somos capaces de pequeños cambios, pero ser también conscientes de que esos pequeños cambios crecen con el tiempo, que transcurren en el sentido opuesto a la gran bola de lo superfluo. Lo cierto es que vivimos en un caos, cada vez mayor, pero debemos tener confianza en que a mayor caos, mayor orden posterior. Si hacemos las cosas bien.

Hagamos, pues, las cosas bien. No huyamos de lo pequeño.

8 comentarios en “Sobre la solidaridad

  1. Gracias por estar ahí, por entender a la perfección esta iniciativa y lo que significa que muchos amigos hablen del mismo tema el mismo día.

    Un abrazo y pronto estaran todos los post juntos en mi rincón.

  2. «Lo cierto es que vivimos en un caos, cada vez mayor, pero debemos tener confianza en que a mayor caos, mayor orden posterior. Si hacemos las cosas bien.»

    He elegido esa frase porque he tenido una conversación sobre más o menos eso. Estoy totalmente de acuerdo con la frase «entrecomillada», la cual espero que se cumpla… a poder ser, pronto.

    Por otra parte, su brillantez roza lo insultante. Debe dar más mediocridad a sus palabras si no quiere que le venere demasiado.

    1. No me sea pelota, que no escribo tan bien. Y, sobre todo, no me sea pelota porque ya me ha subido bastante mi autoestima como escritor :D.

  3. Hola Catanoga!!
    Me gustaría darte las gracias por recordarnos la importancia de las pequeñas acciones, esas que cada uno de nosotros podemos y debemos mejorar cada día y que son las que en su conjunto pueden hacer de este mundo un lugar mejor.
    Un saludo.

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