Lo que pienso de «The Newsroom»

Breve exordio: Aaron Sorkin y la HBO colaboran para hacer una serie sobre periodistas: «The Newsroom». Jeff Daniels es el editor jefe del informativo, Emily Mortimer es la productora, y ambos se embarcan en la ambiciosa epopeya -no puedo usar otra palabra, especialmente estos días– de hacer un buen informativo. Voy a respirar hondo y lo voy a decir otra vez: un buen informativo. Hasta hoy han sido emitidos los dos primeros capítulos. Voy a escribir mis impresiones.

El emblema de la serie es la recuperación de la función del periodismo como el juez justo -que no imparcial- de la sociedad. Hoy en día, una función raquítica. Las medidas desreguladoras de las licencias de emisión en los ochenta son la causa original. Pero el pegamento que aún mantiene en pie este circo es que no se respeta al público. Se necesita un disolvente: veo en los diálogos de esta serie el bravo tenor de unas ideas que tenemos que recuperar los jóvenes. Y lo escucho también en el tema que Thomas Newman ha compuesto para la cabecera, la banda sonora de un discurso nostálgico y defensor de los valores que querría aplicar en esta profesión: rigor, criterio e independencia.

Esta serie me hacía falta. Vivo rodeado de estímulos represores, de agoreros y pesimistas. Para combatirlo teníamos la esperanza, la fe, la conciencia. Teníamos, sobre todo, líderes, personas que encarnaban nuestro sueño. ¿Hoy qué queda? Especialmente para alguien que quiere ser periodista, es creciente la sensación de haber elegido mal. Altos cargos de medios de comunicación aseguran que en la universidad no se aprende a ser periodista. Viejos periodistas ven de lejos perderse al buen periodismo -el de la investigación, el reposo, el verdadero interés- por mor de los niveles de audiencia, del analfabetismo de cronómetro, de la pérdida de horizontes y perspectivas, del compadreo y los incontables puentes entre miembros de la casta política y de otras tantas castas, insultantemente impunes. La honradez se paga cada vez más cara, los sacos de la avaricia son reforzados. Y, como colofón, las palabras pierden todo el valor que tenían.

Creo que de los cuatro poderes, el menos difícil de recuperar es el cuarto. El periodismo debe volver a ser el juez de la sociedad, el instrumento de medición que decida lo que es importante y lo que no es importante. Me gustaría citar lo que la productora de los nuevos informativos en «The Newsroom» considera las cuatro reglas fundamentales a seguir en la selección y el tratamiento de las noticias:

1.-¿Se trata de información importante para las elecciones?
2.-¿Es la mejor manera de argumentarlo?
3.-¿Se presenta la historia en un contexto histórico?
4.-¿Hay realmente dos versiones de la historia?

Yo tengo más preguntas:
-¿Es razonable que la mejor clase de periodismo que he recibido en cuatro años de carrera sean la quinta temporada de «The Wire» y los dos primeros capítulos de «The Newsroom»?
-¿Soy el único que se siente así?
-¿Dónde están los valores y la profesionalidad? ¿Por qué se nos repite como un mantra que la objetividad es imposible? ¡No quiero que me digas eso! La objetividad existe: es el producto de subjetividad + fuentes fiables + mirada crítica + sangre en las venas.

Puedo achacarle a Sorkin su excesivo paternalismo moral, el efectismo de algunos de sus supersónicos diálogos -las réplicas a veces se anticipan telepáticamente-, el ideal escenario de notición diario -en el primer capítulo, el vertido de BP en el Golfo de México; en el segundo, la Ley Arizona SB1070-.

Me da igual.

Vuelvo a tener la fe que los años de la universidad me habían ido minando: quiero ser periodista. Que aprendan los sedicentes maestros, lectores de PowerPoint y áridos científicos de la comunicación. Los verdaderos, nuevos maestros están en internet –aquí o aquí-. Los verdaderos maestros son aquellos que nos hablan a las entrañas.

Contra el periodismo zombi: esta serie hacía falta.

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