Breve

Todos los domingos, cuando voy a comer a casa de mis padres, aprovecho para leer, antes de quedarme dormido, unas páginas de los diarios de Uriarte, que me esperan en una mesita plegable, en un cuarto con libros hasta el techo.

En las páginas de 2005, Uriarte menciona de pasada su «incapacidad para discurrir lento y en serio». Acostumbrados a la atención fragmentaria y sostenida en que se basan los móviles y sus apps, estamos cambiando nuestros cerebros, aunque supongo que estos no son tan plásticos como tememos, y que sólo en ciertos aspectos superficiales se perciben estas transformaciones.

Pese a todo, sí veo en la literatura una tendencia a lo breve, aunque hay que ser cauto al llegar a este tipo de conclusiones. No me tomo en serio, por ejemplo, esas estadísticas que advierten de que los libros editados en España tienen cada vez menos páginas de media. Sigo viendo novelones en las librerías, y aun más importante, en las manos de los lectores.

Sí creo ver ciertas señales de esta brevedad en la irrupción de una generación de poetas, nacidos todos entre los 90 y los 2000, que han sucedido, afortunadamente, a los escritores de lo que a mí me gusta llamar «poexía». Llamo así a todo aquel texto, absolutamente olvidable, que se vende como poesía y que, pareciéndolo, no lo es.

También encuentro huellas de esta impaciencia de nuestra percepción y memoria en el interés que, al menos en mí, han despertado los diarios de Uriarte, llenos de apuntes ingeniosos, de cotilleos y de dardos. Este último caso, el de unos diarios escritos hace años, es paradójico, porque siendo su aparente terreno la prisa, sólo el tiempo basta para que estos textos adquieran el tono y el peso de lo verdadero o, al menos, de lo pertinente. Leer estos mismos diarios en un blog o, mucho peor, en las columnas de un periódico, nos haría sospechar de su papel secundario o de su servidumbre ante los temas de actualidad del momento, siempre tan caducos. Quizás por eso me gusta tanto Cuartango, que un día cualquiera te cuenta que se ha acordado de la camisita que llevaba cuando niño y que se ha encontrado, hundida y oscura, en un armario.

Digo todo esto porque se suele mirar mal este gusto por lo breve, o se tilda de derrota o atrofia. No importa que esto último sea cierto (no lo es), pero creo que sí importa algo que con demasiada facilidad olvidamos: que reconocer un cambio, cualquier cambio, es admitir que estamos ante una promesa. Al misterio de la vida y del futuro incorporamos un nuevo misterio, quizás más poderoso: el del pasado que muere.

Somos precisamente nosotros, los nacidos desde finales de los 80, los que estamos matando, día a día, a un pasado que no encaja en nuestro presente y que, forzándonos a admitir sus obsoletas enseñanzas, nos deja entre los dedos estrechos porvenires. Y el porvenir, por definición, debe ser ancho. Tal vez estemos viviendo una nueva poética. Breve o larga, importará que sea nuestra.

2 comentarios en “Breve

  1. Rafa, no conocía este blog. Entré por curiosidad y me has atrapado. Tu forma de escribir me ha recordado al mejor Muñoz Molina y eso para mí son palabras mayores.

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