En dos días he leído dos frases casi idénticas en boca de dos personas que, creo, ni se conocen ni se han leído nunca. En una entrevista en Jot Down Fernando Arrabal se lamenta o quizás celebra que los pintores vivan en grandes casas y estudios, mientras que los escritores se limitan a habitar fríos y oscuros cuartos y buhardillas. Lo mismo, casi casi con las mismas palabras, escribe Iñaki Uriarte en sus diarios.
Salvo pocas excepciones, de las que, por ser pocas, se hace mucho bombo, escribir liga al que escribe con penurias que el pintor esquiva, no se sabe muchas veces cómo. Incluso en los que, como Van Gogh, vivieron en una pobreza absoluta, sin vender apenas, todo lo que trae consigo esa pobreza es visto como algo positivo –el aire libre, un dulce nomadismo– mientras que la escritura lo enturbia todo. He oído muchas veces que es más fácil escribir triste, o que lo escrito bajo los efectos de la tristeza es mejor, pero jamás lo he oído de la pintura, que puede ser tenebrosa y en ocasiones terrorífica, pero que encierra siempre, aun en casos como los de Schiele o Tanguy, la promesa de la felicidad, de la voluptuosidad, de la exuberancia.
La escritura es la obsesión que dirige estas entradas desde hace muchos años, o es quizás el horno en el que arden las verdaderas obsesiones, o el humo que ese horno escupe lejos de mi alcance y que escruto con torpeza. Había abandonado estas entradas con la esperanza de aplicar mis futuros pensamientos e imágenes a futuros libros. Así ha sido, pero no como yo lo esperaba. Dejar de escribir aquí equivalió, a su manera, a dejar de escribir, a oxidarme.
Y como la polilla a la luz de una bombilla desnuda vuelvo de nuevo a un lugar en el que, cada vez más, encuentro más ecos y reflejos y menos novedades. Todo aquí me asegura que todo se repite y se seguirá repitiendo y que, igual que dos autores en dos medios y tiempos y países distintos se han encontrado en una feliz e improbable coincidencia ante mis ojos, yo puedo encontrarme conmigo mismo ahora, para seguir escribiendo en el punto en que dejé de hacerlo hace años, y hacerlo como si esta interrupción no hubiera existido. Porque no ha existido, supongo.
De las pocas cosas cuyas notificaciones me alegra mucho volver a recibir :-). Me gusta la reflexión.
Yo también me alegro de que te alegres. Abrazos.