¡Arriba el telón!

NosferatuUna tarde, hará unas dos o tres semanas, salía a la calle en un nuevo día de tarde entretenida con gente muerta: ya se sabe, Cortázar… Fue un día de total proliferación mental, de lluvia de ideas, no a nivel empresarial, sino en transformación de ese brainstorming de acero y muelles en un torbellino de rayuelerías, entendidas como ocurrencias surrealistas pero estructuradas de tal forma que mi mente y mi mano fueran un todo, no ya como escritura automática, perro, agua, pato… que no se entiende nada, por Dios; ni siquiera quien lo escribe. Fue algo distinto. Eché en falta una libreta, un cuaderno pequeñito y un lápiz o un bolígrafo (aunque este último puede traicionarte con un súbito déficit de tinta, sacándome la lengua que pega sellos)… Antes de continuar, esa imagen: la lengua que pega sellos, la lengua que moja pañuelos de papel para quitar la mancha… Son imágenes que regresan, que vuelven, porque nunca surgen de la nada, porque de la nada no surge nada puesto que ya no sería nada. Es simple y complejo. Como el desarrollo de la vida. Las imágenes mentales a veces aparecen tras un velo casi transparente. Otras veces surgen de la niebla y se quedan en ella, mirándome desde el otro lado de la ya antigua puerta de cristal amarillo que me guardaba del frío en mi salón. Otras veces noto esas imágenes, las siento aunque no las vea. Ésa y no otra es la ventaja de las imágenes que vienen de vuelta: aportan un grado polifacético, un matiz polimórfico, sinestésico, a nuestro palpitar intelectual. Nos alimentan de tal manera que logramos extraer de ellas hojas y hojas de papel… Si sabemos enjugar sus nutrientes etéreos. Las imágenes mentales se alimentan también unas de otras, como los pensamientos distorsionados o los malos pareceres, que rebotan en la cabeza, como la pelota mental que me mareaba de pequeño, en un juego de rebotes en sillas y mesas que no dejaba de aparecer y desaparecer, como el 1,2,4,8,8,4,2,1 dando golpecitos con los dedos, como cualquier manía que no sabemos deshacer porque no conocemos su génesis, su origen, y lo más importante: su función.

¿Cuál es la función de toda esta disertación? Estaba hablando de aquel día en que eché en falta una libreta. De hecho, mi intención era hablar de la pequeña historia que se me ocurrió, la del que aparcó el coche enfrente de la exposición de fractales en Doñana, al que vi como Demiurgo que decide entre centímetros y milímetros para dejar su automóvil – porque coche suena muy prosaico – sobre el pavimento, sobre el alquitrán del asfalto que tal vez fumara más tarde en la tranquilidad de su habitación, reino olvidado e inventado. Como un ser anaeróbico encuentra su sitio en las fosas, en todo lo abisal, así sus pulmones enfangados y cenagosos, negros como la tizne, son la plaza donde se encuentran sus inspiraciones y expiraciones para fabricar un momento de tranquilidad, un suspiro industrial lleno de humo y tabaco y otros cientos de invitados sorpresa que darán lugar, que engendrarán, al hijo de la adicción, más preparado y más longevo, para engendrar de nuevo al hijo del hijo, y así hasta parir un hijo tan grande que hasta el mismo mundo tenga que ceder su parte, que hasta el mismo mundo dejará de ser una casa para ser un estorbo, que hasta el último segundo de vida será un acto de cesión al mal vicio.

Ya no comparto la vida que llevaba con todos. Fuera intranquilidad y desengaños, esperas y vueltas y vueltas de tuerca, cabeza y colodrillo. Vueltas de cocorota vieja y ajada, ahora endurecida con piedra del muro que fui derribando en la más bella batalla que libré, hace… casi tres años, luchando contra la vergüenza, dando lugar a un sentimiento apasionado y profundo que me caló hasta los huesos, que se endurecieron y más tarde tuvieron que ser de nuevo porificados, aporrado yo, sin saber qué decir ni qué hacer, con la cara colgando, recogiendo el hilo del recuerdo día a día, sin darme cuenta de que podía cortarlo, que al único que le habría interesado sería a mí, qué mal, a mí, el pobre egoísta, el pobre tonto que lo quiere todo para él, el pobre loco que anda viviendo vidas que no son suyas y que dejaron de serlo hace tiempo, pero claro, él lo quería todo y en tres meses perdió mucho, y lo vio como un todo… Eso es un pensamiento distorsionado, eso es un pensamiento recurrente, malvado, maloliente, putrefacto, podrido, de dedos largos y uñas curvadas, de sombra de Nosferatu, de zombi de Half-Life, que ahora sé que es Media vida o algo parecido, que para traducir bien ya está Javier Marías.

Fuera miedos. Ya no, ya no, después de huir de las sombras para ver algo de luz, ya no encontraré al encender la bombilla de la esperanza la continua y sempiterna sombra de Nosferatu hurgando en mis interiores y entretelas, buscando en mis entrañas, en mis tripas de animal sacrificado algo dispuesto a ser añadido a la pócima secreta, en una noche oscura rodeada de bantúes y masais, con moscas tsé-tsé con nombre chino y mensajes de Morfeo, con máscaras largas de escritorio de Livingstone.

La vida espera más allá del escenario de la vida. Más escenarios, más historias, más grandes superproducciones de libro de Fernando Savater en las tierras lejanas del Congo y Brasil… más esperanza, como poso del ánfora – que no caja – de Pandora. Aún rasco algo de esa esperanza aunque siga mordiéndome las uñas y lamiéndome las heridas. Buenas noticias: cada vez menos.

2 comentarios en “¡Arriba el telón!

  1. siempre dije que me encantaba tu forma de escribir… y tambien digo que las obras más prolíficas de los artistas se realizan cuando éstos sufren…

    y tambien dije un dia que siempre estare aqui… que tu y yo tenemos un sentido del humor parecido^^ xD

    saludos

    1. Gracias por leer mi blog. La verdad es que de los malos momentos se puede extraer una buena conclusión: que sé escribir mejor. A Adriana le pasa lo mismo; será que tenemos alma de escritores :).
      Y siempre, en un mal momento, me puedo apoyar también en el bastón de nuestro humor común. Un beso 🙂

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